Cecilio Ignacio Ramírez Arana, conocido como Nacho, se volvió apicultor hace 29 años en la comunidad de Cayanlipe, municipio de Villanueva en Chinandega.
Por María Haydée Brenes Flores
Dice Nacho que si él volviera a nacer, se volvería a casar con la madre de sus hijos -Sobeyda Moreno-, y volvería a trabajar en apicultura. También dice que no desperdiciaría los cinco años de vida que perdió “bebiendo guaro”.
Ignacio, de 51 años, recuerda lo tupido que era el bosque de mangle blanco y genízaros que rodeaba el sitio donde hoy se encuentra, cerca del río Hato Grande, el que, desde hace ocho años en verano, es un camino de arena seca.
El despale ha afectado el río, que antes no se secaba, y también la producción de miel, “ahora para poder producir, debemos hacer trashumancia -mover de un lugar a otro las colmenas-, aquí estoy con mis colmenas hasta abril, aprovechando la floración del manglar, del genízaro”, explica.
Palabras como trashumancia, apicultura, propóleo, jalea real, que ahora usa con frecuencia las conoció cuando fue contratado hace 29 años por el salvadoreño Juan Urrutia, quien lo contrató a él y dos personas para capturar abejas en el bosque.
Según cuenta Nacho, el salvadoreño Urrutia fue el promotor de la apicultura en esa zona. “De él aprendimos cómo cuidar las abejas y hacerlas producir. Al inicio tuvimos 8 colmenitas, buscábamos tuquitos de alambre y nos regalaron unas cajitas viejas, hasta que llegamos a tener 12 colmenas”.
Explica que con otras dos personas pidieron un préstamo para ampliar el apiario. “Logramos hacer 90 colmenas y fue cuando empezamos en serio en la apicultura, vimos que era rentable y fue también cuando comenzaron otros apicultores”. En la actualidad en esa comunidad hay más de cien apicultores y alrededor de cinco mil colmenas.
Nacho es líder comunitario, conoce muy bien Cayanlipe, aunque nació en El Sauce, llegó a esta comunidad a los ocho años, cuando sus padres llegaron a trabajar a trabajar en una hacienda. Es evidente que el desarrollo comunitario se dio de la mano con la apicultura porque el dinero de la miel llega en dólares y es un ingreso extra a la actividad agropecuaria que históricamente se ha desarrollado en la zona.
Pero es la miel de esta zona, y en especial de esta temporada, una de las más buscadas por los exportadores porque los grados de humedad son óptimos con 18 grados, nos explica Nacho.
Adaptándose al cambio climático
Las abejas se ven afectadas directa e indirectamente por el cambio climático, asegura Nacho, aquí lo vemos, la floración ya no es igual, la intensidad de los rayos solares hace que la flor se quemé más rápido y duren menos tiempo.
Aunque la abeja Apis o africanizada tiene la ventaja de ser de zona caliente, la producción es menor debido al despale, al cambio climático y a que ahora son más apicultores. Nacho explica que antes se sacaba un barril de miel de un promedio de 12 colmenas, ahora para producir esa cantidad se necesitan de 40 a 50 colmenas.
Por eso es importante para nosotros cuidar de las abejas, no solo por la miel, sino por nuestra propia vida, asegura Nacho.
El secreto: Trabajar con las manos y la cabeza
Yo salí adelante con la producción de miel, tenía 22 años cuando comencé con la apicultura. Aprendí a trabajar con las manos y la cabeza, esa es la manera de prosperar en la vida y ahorrando, si uno gana pesos debe gastar centavos, porque si uno gana centavos y gasta pesos, nunca prosperará”, expresa Nacho.
Llegó a tener más de 200 colmenas, vendió una buena parte para comprar una finca de diez manzanas. La producción apícola le permitió comprar otra propiedad de siete manzanas, así como solares para sus hijos mayores y algunas vaquitas, diversificando de esta manera sus ingresos.
“Gracias a la apicultura he ido prosperando, ahora trabajo en lo mío, no le trabajo a nadie, para eso trabajé de joven para no matarme de viejo”, concluyó.
Fotos: María Haydée Brenes Reyes
